viernes, 29 de abril de 2011

Capitulo 3.1

Sé que he tardado mucho,
tenía demasiadas cosas en la cabeza.
Prometo que el siguiente no tardará tanto...


Todo estaba muy oscuro, no veía ni siquiera mis manos. Me daba miedo avanzar. No sabía dónde estaba, ni si estaba sola, no sabía nada. Solo veía oscuridad. Me decidí a dar el primer paso, temiendo caer, pero en lugar de eso se encendió una luz. Una luz en otra parte, pero que parcialmente iluminaba el camino.

Podía ver una silueta justo en el lugar donde daba la luz. No era una persona joven, pero se le notaba una persona fuerte, la fuerza que da la vitalidad, no el gimnasio. Quería acercarme, pero tenía miedo. ¿Dónde estaba Jonathan?

Una voz en mi cabeza me dijo que avanzara, algo me decía que le mirara a la cara. Me acerqué, estaba de espaldas y justo cuando se daba la vuelta…

-¡Laia! ¿Estás bien?- Jonathan sonaba preocupado, yo aun no sabía qué estaba pasando.

-Si… yo… no… ¿qué pasa?

-Mírate- Lo hice, estaba sudando- Y si te hubieras escuchado… No sabía que hablaras en sueños… En todo el tiempo que llevamos juntos nunca lo habías hecho, menudo susto me has dado… ¿Qué soñabas?

-No… no lo sé

Realmente no lo recordaba, recordaba un sentimiento, una voz, pero nada más.

-Bueno, Lai, son las ocho… ¿bajamos a desayunar?

Desayunamos en el hotel. El plan de Jonathan era desayunar e ir a buscar lo que fuera que quisiera William. A decir verdad yo no estaba centrada, quería recordar que había soñado, quería ir a visitar a Melanie, quería saber cosas que escapaban a mi sabiduría… Creo que estaba en cualquier parte menos escuchando lo que decía Jonathan.

Para ir a hacerle el recado a William cogimos un taxi. Por primera vez me atreví a preguntarle a Jonathan que clase de persona íbamos a ver. Según parece Jonathan solo sabía la dirección porque parecía que fuera la primera vez que abría la carpeta que William le dio en el aeropuerto.

-Parece que es pariente de William. Nicholas Lemarks.

-Nicholas, William… pensaba que era español… ¿Qué nombres son esos?

-Nicholas tampoco es tan raro.

Ignoré el último comentario, no tenía ganas de discutir por el nombre de una persona que ni siquiera conocía, pero que me sonaba extrañamente demasiado. Me pasé el viaje haciendo un repaso mental de todos y cada uno de los Nicholas que había conocido, pero llegué a la conclusión de que igual me sonaba de alguna de esas personas que conoces una vez y no las vuelves a ver.

Justo cuando llegamos sonó mi móvil, creo que me alegré un poco al ver que era Dani el que me llamaba. No sé porqué, pero tampoco me interesa.

-¡¡¡Daaani!!! ¡¡Melanie está aquí!!

-Melanie… - Hubo un incomodo silencio en el que me dio tiempo a pensar que lo mismo Dani se fue antes de conocerla- ¡¡AAAAaaahh!! ¡Melanie! Que maja Melanie…

-¿Te acuerdas o lo dices para quedar bien? – le dije entre risas

-Me acuerdo, me acuerdo

-¿Si me ve crees que se acordará de mi y podremos tener una relación normal?

-No

-Gracias por romper mis sueños- En el fondo me quedaba una esperanza- ¿Por qué me llamabas?

-Porque no sé nada de ti desde que te fuiste a Barcelona, y si no te llamo volverás a no hablarme.

-Que tonto eres a ratos, de verdad- Vi a Jonathan haciéndome señas para que me centrara en lo que teníamos que hacer- oye sweetheart, tengo que dejarte que tenemos una “misión”, te llamo esta noche o algo, bye

Guardé el móvil y me acerqué a Jonathan que estaba parado en la puerta de la tienda más antigua de la calle. No es que las demás destacaran por su modernidad, sino que esta destacaba por su antigüedad.

Entramos en esa tienda. Todo estaba muy oscuro, mis ojos no se habituaban después del sol que hacía fuera. Me daba miedo avanzar. Tenía una sensación rarísima.

-¿Laia?- La voz de Jonathan consiguió de alguna forma relajarme.

Me cogió de la mano y me decidí a dar el primer paso, temiendo caer, pero en lugar de eso se encendió una luz. Una luz en otra parte, pero que parcialmente iluminaba el camino. Todos los objetos que llenaban las estanterías parecían muy antiguos y, sin embargo no conocía ninguno.

De repente se encendieron todas las luces dejando a la vista que esa no era una tienda cualquiera, esos objetos posiblemente no estuvieran a la venta en ningún sitio, pero ¿Quién entraría a una tienda que daba la impresión de pertenecer a la mala época del siglo XV?

De una puerta casi invisible salió un señor, esta vez un señor de verdad, de unos 60 años, aunque su vitalidad parecía de un quinceañero. Parecía tener más fuerza que Jonathan y yo juntos. Al verlo, todas las imágenes de mi sueño volvieron a mi cabeza. La oscuridad, el miedo, la voz… y su cara. ¡Ya había soñado con él!

-¿Señor Lemarks?- Decidió aventurar Jonathan.

-Jonathan, Laia.

¿Le había dicho William que iríamos? En ese caso, nadie debía entrar a esa tienda, porque era imposible saber que éramos nosotros con solo mirarnos… ¿No?

-Por favor-continuó- acompañadme y os daré lo que William quiere.

-Perdone… -Iba a sonar cotilla, y posiblemente muy directa, pero hay ciertas preguntas que o las haces o te quedas con la intriga hasta el fin de los días. Esas preguntas que solo puedes hacer una vez- ¿Qué son William y usted?

Jonathan no se esperaba esa pregunta, porque me miró con la cara con la que me miraría cualquier persona normal, pero por alguna razón al señor Nicholas la pregunta pareció hacerle gracia.
-¿William y yo eh? Podría ser su abuelo ¿verdad?- todo lo decía con una calma increíble y entre risas, no sé que le hacía tanta gracia- Bueno… Pues William y yo somos… Hermanos.