jueves, 17 de junio de 2010

capitulo 6

Al día siguiente me desperté muy pronto, extremadamente pronto. Nadie estaría despierto, podía irme. Sabía que no vigilaban la puerta. En ese momento me daban igual mis dudas, sabía que no me iban a dar todas las respuestas que necesitaba.


Me daba igual no tener a donde ir, vagabundearía por ahí y, con suerte, me mandarían a Barcelona. No entendía por qué no lo había hecho antes, hacia días que nadie me seguía. Metí todas mis cosas en la bolsa intacta de la papelera, me dirigía hacia la puerta cuando sonó su voz.

-Laia, ¿Dónde vas?- Jonathan estaba aún muy dormido, tendría que haberle mentido.

-Me voy de aquí Jonathan, no lo aguanto más- no sabía mentir, simplemente no podía.

-Pero Lai- al oírme se despertó del todo- ¿Qué voy a hacer aquí sin ti?

Podía haberlo ignorado, podía haberle dicho que sobreviviría sin que yo le atara los cordones, podría haberle dicho que se viniera conmigo, pero no. Me quedé petrificada. Me daba igual vagabundear sola, pero no con él, no podía arriesgarlo a el también. Yo había muerto voluntariamente una vez pero el tenia derecho a seguir viviendo.

Llegó el momento de hablar y parecía que había perdido el control de mi lengua, no sabía que decir, y cuando abrí la boca, surgió de mi un extraño sonido que no puedo comparar con nada.

-Jonathan…-bajé la mirada, no podía mirarle a los ojos y decirle que me iba. Me mataba su mirada, ambos lo sabíamos.

-Lai, aguanta por hoy, pregunta lo que quieras y si no te contestan podrás marcharte, pero tendrás que dejarme ir contigo… Por favor…

No quería levantar la cabeza, sabía que si me miraba no podría negarle nada, y yo quería irme. Pero él fue más listo que yo, para variar. Se levanto, se acercó a mí y me abrazó.

-No me dejes solo Lai- su susurro llenaba cada rincón de mi cerebro-a mí tampoco me gusta pero es por ti.

-Es que estoy cansada Jonathan-me alejé un poco, mi voz sonaba a lagrimas reprimidas, no quería que me viera llorar, pero lo haría.

-¿De qué Lai?

-De todo, de llorar, de no entender nada, de no saber que hago aquí, de no entender porque no me morí, de todo. A veces puedo parecer fuerte, Jo, pero no es verdad, cada vez me siento más débil y siento que estoy aquí encerrada y que no es por algo bueno. Necesito a mis amigos a mi lado, pero todos desaparecieron al ir al orfanato, ni una carta, ni una llamada, nada… y ahora pensaran que estoy muerta y ¿Por qué no darles la razón? No sé por qué no lo he vuelto a intentar.

-¿Has terminado?

-He terminado- durante mi discurso montones de lagrimas habían caído por mi mejilla, quemaban, me hacían daño y, al mismo tiempo, aliviaban mi dolor.


-Laia, no puedes esperar que todo se solucione huyendo. Parece que sea lo único que sabes hacer. Lo que buscabas no era la muerte, era un escape, el más lejano, y ahora quieres irte otra vez. Lo que pasa es que tienes miedo de que no te guste la respuesta, dices que quieres la verdad pero no estás segura de poder afrontarla. Yo me consideraba tu amigo y resulta que la primera vez te fuiste por que no estaban y ahora te ibas a dejar aquí. ¿Quieres irte? Vete, pero no esperes que te escriba una carta, porque no me has dado el cargo de amigo.

Estaba enfadado, él también lloraba, pero a él le podía la rabia, ahora no estaba segura de querer irme, ni de querer quedarme. Solo Jonathan sabía confundirme de esa forma. Quería otro abrazo, un abrazo y me quedaba con él, pero no iba a dármelo porque si. Se sentía traicionado y yo, para variar, idiota.

-Jonathan… Ya lo entiendo… Lo siento, sabes que no soy demasiado lista, no lo había visto hasta ahora…Tú eres la razón de todo. La razón de que esté aquí, de que no me haya ido aun y de que no lo haya vuelto a intentar. Solo una cosa me ha quedado clara, que eres más que mi amigo Jonathan y hubiera sido más fácil si no te hubieras despertado.

-Más fácil para ti

Se dio la vuelta enfadada y volvió a su cama ¿Por qué era tan difícil?

-Pero es muy injusto Jonathan!- Ya me había enfadado yo también, estaba gritándole- Tú lo has sabido todo desde el principio, sabias todo de mi con mirarme, sabes porque porras estoy aquí, sabes lo que está pasando y te da igual que yo esté sufriendo por no saberlo, y luego, cuando me voy a escapar de toda esta mierda, ¿me hechas en cara que no te diga nada? Es injusto Jonathan, es injusto.

-¿Crees que es fácil para mí?-Ahora el también gritaba- No puedo decirte nada Laia, cada vez que lo intento aparece alguien para hacerme callar. Ellos saben que lo intento, saben cada vez que quiero decírtelo y vienen a buscarme ¡No es mi culpa!

Ellos lo sabían todo, pero ahora no podrían evitarlo… Ahora ya estaba todo dicho. Me acerqué despacio, le abracé, me senté a su lado y le dije:

-Por favor Jonathan, ahora no pueden pararte- decía todo muy despacio y miraba a la puerta como esperando a que entrara alguien, tampoco sabía si me iba a responder o a enfadarse- Por favor Jonathan… dímelo

sábado, 12 de junio de 2010

capitulo 5

-¿Laia?


-¿Qué?

Ya habían pasado 10 días desde que estaba allí. Mis charlas psicológicas no llegaban a ninguna parte y Jonathan tampoco recordaba nada. Con Jonathan ya éramos íntimos pero ¿Qué se puede esperar cuando juntas a un amnésico mágico y a una suicida friki en una habitación de hospital?

-Hoy hace un buen día, ¿Por qué no salimos a visitar Londres? Quizá así yo recuerde algo y tú sepas que haces aquí.

No pude contener la risa, de hecho, solté una carcajada de lo más sonora.

-Pero Jonathan, no me dejan ni ir al baño sola, no me van a dejar salir.

-Técnicamente no irías sola, irías conmigo.

-no sé si les convencerá, además, no sé si te has percatado, pero llevamos toda la semana vistiendo ropa de hospital.

-Jo Laia, siempre le buscas pegas a todo. Ofreces muchos inconvenientes y ninguna solución.

Me quedé pensando, ¿Por qué siempre tenía razón? Muchos inconvenientes… ninguna solución… no se me ocurría nada.

-Bueno, da igual- dijo él rompiendo el silencio- igual ahora tengo que ir a ver al doctor John.

¡Eso era! Mr. Chalecodelana!

-¡Ya lo sé! ¡Díselo a él!- sonaba entre entusiasmada por salir y contenta de tener una solución- Seguro que él nos deja y, si no podemos ir solos, tampoco será una carga que venga él, eso sí, dile que nos consiga ropa que yo no salgo por Londres con estas pintas.

Jonathan empezó a reírse, ahora que lo pienso, no le había oído reírse hasta el momento. Era una risa bonita, no sé, iba a juego con él.

Cinco minutos después vinieron a por Jonathan, me miro con cara de complicidad antes de irse. Me mataba estar sola, es que era cuando más dudas me surgían, tiendo a analizar cada centímetro de una habitación, cada centímetro de las personas, todo y, al estar sola allí, me ponía nerviosa tanto lujo y no saber nada al respecto. Me entraba angustia. Las ganas de llorar recorrían mi cuerpo y no sabía por qué. Es algo que nunca le comente a nadie durante mi estancia en el ‘’deluxe hospital’’. A veces, si Jonathan tardaba mucho, me encerraba en el baño y no paraba de llorar. Supongo que él sabía por qué estaba allí pero aun así siempre me lo preguntaba. Esta vez no tardó en volver, cuando llego habían pasado 10 minutos. Me dejó ropa encima de la cama.

-Venga Laia, cámbiate que nos vamos. Vete tú al baño y yo me cambio aquí, pero no salgas hasta que acabe eh!

Cogí la ropa y me fui al baño. Pitillos negros, mi camiseta de Green Day, ¡era mi ropa! Me cambie súper rápido, me puse las converse rojas y ya estaba lista.


-¿Te queda mucho Jonathan?

-No, es que…-silencio-Laia, ¿me ayudas?

Entre en la habitación un poco asustada de con qué quería que le ayudara.

-¿Qué te pasa?-pregunté mientras entraba.

-Es que… no se atarme esto

Admito que me dio la risa tonta al ver a Mr. Sabelotodo en su cama mirándose las zapatillas con cara de no entender el mecanismo. ¡Por fin no era yo la que hacia el ridículo!

-No te rías perversa, yo soy amnésico, ¡tengo escusa!

Le até los cordones y salimos, Mr. Chalecodelana estaba esperándonos en la puerta de la habitación. Supongo que había oído nuestra conversación porque se estaba partiendo de risa.

Al salir del hospital me inundó el olor a aire fresco, ese olor que se queda en el aire justo después de la lluvia.

-Bueno, ¿Qué hay en Londres?- Preguntó Jonathan entusiasmado.

-El Big Ben- dijo el Dr. John orgulloso.

-¿y qué es?

-Un reloj-dije yo

-Ahá, si… ¿Vamos a salir para ver un reloj?-sonaba entre confuso y decepcionado

Dicho así sonaba una visita tan ridícula como si la hubiera planeado un chimpancé.

-También podemos ir…-Mire al doctor John en busca de alguna idea

-Podemos ir de tiendas, tenéis que renovar el armario.

¿Cómo íbamos a ir de tiendas? No teníamos ni un duro (claro que en Inglaterra no servirían) y, a no ser que Jonathan tuviera una herencia millonaria, no íbamos a tener nunca.

-Perdone pero parece que el enfermo sea usted míster, pero ¿de dónde vamos a sacar dinero?

-Del bolsillo.

Metí la mano en el bolsillo y, ¡dios mío!, ¡60 libras! ¿De dónde había salido?

-lo que yo decía, bueno ¿vamos al centro o qué?

-¡¡Vamos!!-Jonathan estaba muy contento de salir, se le volvía a notar en la mirada, supongo que era un espíritu libre- Vamos Laia?

-Si…

Echamos a andar, dos calles y ya estábamos en el centro. Nunca había visto en hospital tan cerca del centro, era muy extraño. Pero se me olvidó al ver los pantalones, los vaqueros rasgados me encantaban, y esos en particular me volvían loca.

Así pasamos toda la tarde, 4 camisetas, 2 vaqueros y 2 sudaderas, y hubiera seguido comprando de tener más dinero. Jonathan tenía más dinero que yo. Me regaló una muñequera negra, iba mucho con mi estilo. “Feliz cumpleaños Lai”. El también se compró cosas, pero menos que yo.

Al final vimos el Big Ben, no le impresionó en absoluto. Al fin y al cabo…

-Sigue siendo un reloj, en un edificio, grande, pero un reloj.

Al Dr. John no le gustó que a Jonathan no le gustara. De hecho, se pasó todo el camino de vuelta dándole razones para que gustara y Jonathan, que era una cabezota, ignorando cada una de estas razones. A mí, sinceramente, me divertía mucho ver a Mr. Chalecodelana, en su desesperación, dando razones absurdas a un chico que no veía en esa torre más que un reloj.

El doctor abrió una puerta y entramos a un edificio normal.

-Chicos, os tengo que pedir que contéis hasta tres con los ojos cerrados.

Algo no me gustaba, pero obedecimos. Uno, dos, tres… Al abrir los ojos ya estábamos en el hospital.

-¿pero qué ha pasado?-Estaba sorprendida, no entendía nada, no entendía demasiadas cosas en ese hospital.

-Quizá mañana… Iros a la cama.

Y sin más palabras, se fue. Me fastidiaba que Jonathan no dijera nada, algo me hacía pensar que el ya sabía la respuesta y no me la iba a decir. Estaba confusa e irritada de tanta pregunta sin responder.

jueves, 3 de junio de 2010

capitulo 4

-Eso es lo que te estoy preguntando. Yo qué sé qué haces aquí. Laia ¿no crees que si tuvieras que saberlo lo sabrías?


Venga hombre, ni el gusano de Alicia mareaba tanto. ¿De dónde había salido?

-Bueno, vale… entonces, ¿por qué tengo que venir a verte si no puedo saber que hago aquí?

-Nadie dijo que tengas que descubrirlo tu sola.

En la media hora restante hablamos de mi familia, amigos, qué hacía en Barcelona… Llegué a preguntarle si estaba loca, “cada uno tiene su forma de ver la locura, ¿cómo la ves tú?”. No me dio tiempo a responder, vinieron a buscarme. Supongo que pensaban que si me dejaban sola huiría o algo.

Al llegar a mi habitación Jonathan ya estaba allí.

-Entonces, ¿estás loca Laia?

- cada uno tiene su forma de ver la locura, ¿cómo la ves tú?

Parafrasear a un psicólogo sonaba raro en mí, pero tampoco sabía que responderle, no sabía si estaba loca.

-Lo siento, sí que lo estás.

Me senté en mi cama. La comida ya estaba allí.

-Pero… no me has dicho que es para ti la locura.

-Es verdad.

-¿Me lo vas a decir?

-no quieres que te lo diga. Crees que serás más feliz si no sabes lo que pienso.

-¿Podrías dejar de leerme la mente?

-no puedo evitarlo, erres un libro abierto.

¡Sabía que sabía lo que pensaba! Me quedé callada un buen rato, podía disimular porque estaba comiendo. ¿Cómo cuestionar lo que me pasaba por la cabeza? Quizá fuera mejor dejarle contestar sin abrir la boca, pero no podía…

-¿Solo me la lees a mi? Porque me podrías haber evitado mucha saliva y muchísimos ridículos…

-No suena igual, suenas mas… no sé explicarlo, no suenas bien. Además, no sería tan divertido si no hicieras el ridículo ¿no crees?

Tenía muchísimas preguntas, millones, por hacerle, pero no se las iba a preguntar, me bastaba con un ridículo al día. ¿No podía leer mi mente? ¿Cuándo la podía leer? ¿Sabía siempre lo que pensaba? Cada vez me gustaba menos su “capacidad”.

-No puedo Laia. Solo puedo si me dejas. Eres más fácil cuando te haces muchas preguntas. Te centras tanto en buscar la respuesta que te olvidas de cerrar la mente.


Si bien el día era cada vez más raro, solo iba por la mitad pero, ¿Qué más podía pasar?

Nada más terminar de comer Jonathan encendió la tele, ese sonido… Era un efecto hipnotizante.. se me cerraban los ojos… “lo siento Jonathan, costumbre española”. Creo que fue lo último que dije antes de dormirme del todo.

Al despertar ya era de noche, era horrible lo pronto que se hacía de noche en Londres. Era de noche y, para variar, llovía.

Mi reflejo estaba en la ventana otra vez, ¿Y Jonathan? Me di la vuelta y ahí estaba, ¿Por qué no estaba su reflejo?

-Lo habré perdido…

-¿Estabas despierto?

- No, me has despertado tú con tanto pensamiento. No sé qué le pasa a mi reflejo Laia. No se mi nombre me voy a preocupar por mi reflejo. Minucias.

A mí me preocupaba extrañamente demasiado. Se lo preguntaría a Mr. Chalecodelana.

-¿Jonathan? ¿Tú no tienes que hablar con Mr. Chalecodelana? Igual el te ayuda a recuperar la memoria, eso sí, para mí ya eres Jonathan, como recuerdes tu nombre no te voy a llamar de otra forma.

-Es verdad… Pues no sé, igual si, ¿Y no tiene nombre Mr. Chalecodelana?

-Pues…- no tenía ni idea de su nombre- eh…- ¿Por qué no se lo habré preguntado?- ni idea.

-Luego te extrañas cuando te pregunto qué haces aquí antes de quien soy. Le habrás contado tu vida sin saber quién es.

- No compares baby, no compares.