-Creo que he hablado demasiado.
A pesar de su bronceado se notaba que se había ruborizado, ¿Cómo porras pretendía que me fuera a vivir con el después de soltarme ese bombazo? Tenía que cambiar de tema, no sé cuál de los dos estaba más rojo y no era el mejor momento.
-Pero seguirán buscándome, y en tu casa me encontraran en lo que tarde en devolverte tu ropa.
-No Laia, lo que quieren es tenerte controlada, no encerrada.
-Pero…
-Laia, ¡deja de buscarle peros! ¿Qué quieres? ¿Vagabundear por Londres durante unos días sin lugar donde dormir, sin baño, sin nada? ¿Cuánto crees que te duraría mi dinero? ¿Cuánto crees que tardaran en encontrarte y volver a dormirte para encerrarte? Esta vez no lo dejarían pasar, si hiciera falta te atarían a la cama. No es una buena idea ¿verdad?
No lo era, tenía razón, era mi mejor opción. Lo mirara desde lo mirara, era la mejor opción
-no empiezas a tener sueño Laia?
-Sí, no sé porque
-No iban a tardar mucho…
-vale, voy contigo, pero solo por un tiempo… corto
-vale, ven
Se levantó, estaba satisfecho por haber conseguido lo que quería, yo dudaba de que alguna vez no lo consiguiera. Le seguí, notaba el sueño y, tras un bostezo, le dije:
-Sabes que tarde o temprano tendrás que decirme tu nombre ¿no?
-Espero que sea muy tarde. No creo que nadie que quiera a su hijo sea capaz de ponerle un nombre como el mío, le pregunté a mi madre si me odiaban o algo, pero dijo que era por un tío mío… era pirata ¿sabes?- y por lo bajo añadió- igual le odiaban a él
-Eso solo aumenta mi curiosidad
-creo que mejor me callo, hoy soy yo el que la caga cada dos por tres, estarás contenta.
-Pues… no demasiado- me pesaban los ojos, se me cerraban e iba a caer dormida en el siguiente pestañeo-¿y tu casa está muy lejos?
-Nope- se paró en seco, lo que, unido a mi lenta reacción, hizo que me chocara- hemos llegado
Enfrente nuestro se abrió una puerta de, al menos, 3 metros de alto, que llevaba a un jardín enorme, olía a césped recién cortado, desde la puerta había un camino de piedra que llevaba hasta la casa, rectifico, hasta la grandísima mansión, donde vivía Jonathan.
Creo que aquel espectáculo me despertó, no podía cerrar los ojos y, para ser sinceros, tampoco la boca.
-Vamos Laia, no te quedes ahí- el ya estaba a mitad de camino- y cierra la boca que te van a entrar moscas.
Comencé a andar mirando a mi alrededor, no lo podía creer ¿cómo podía haber semejante mansión en el centro de Londres?
Jonathan me esperó en la puerta hasta que llegué, allí un señor mayor cogió mis cosas y se las llevó.
-Es Gerald, el mayordomo, tranquila, se ha llevado tus cosas a tu habitación.
Yo seguía flipando. Esa casa era de película: Largas escaleras llevaban al piso de arriba, habitaciones a los dos lados del recibidor y pasillos detrás de los dos lados de las escaleras.
-¡Hijo!- Una mujer de belleza indudable bajaba las escaleras, estaba claro a quién había salido Jonathan- Oh! Tú debes de ser Laia, bienvenida, soy Harriet, madre del aquí presente-señalo a Jonathan con la cabeza- Enséñale la casa muchacho, ¡no te quedes ahí parado!
-a ello me disponía cuando llegaste mamá.
-pues nada, os dejo tranquilos- y desapareció por uno de los pasillos.
Jonathan me empezó a enseñar la casa. Montones de puertas y cuadros, eso era lo único que recordaba de cada pasillo. Dudaba en encontrar el baño cuando lo necesitara.
-Tranquila Lai, hay otro al lado de tu habitación- estaba feliz- y… puedes hablar, nadie va a cortarte la lengua en cuanto abras la boca.
-me dijiste que me entrarían moscas-la cara con la que me miró fue indescriptible, supongo que era en plan “corta el rollo”- ¿Estás seguro de que solo os sobra una habitación?
-Si- una sonrisa le iluminó la cara- tienes que tener en cuenta que toda la gente que trabaja aquí vive aquí y luego está Elisabeth.
-Quien es Elisabeth?
-Yo soy Elisabeth.
A mi espalda sonó una voz fina, elegante y, me atrevo a decir que, algo pija. Me di la vuelta y vi a una niña de 12-14 años, rubia platino y ojos azul cielo.
-Laia, Elisabeth, mi hermana… como ves ella tiene un nombre normal.
-hola- no sabía que decir
-¿os puedo acompañar a su habitación?
Jonathan me miró buscando mi aprobación, yo miré a la niña y asentí. Volvimos a andar, aunque no mucho, vi otro baño y en la puerta de enfrente estaba mi habitación. No pude evitar sorprenderme otra vez, estaba claro que lo tenían todo planeado, encima de la cama estaba mi bolsa, pero en la habitación estaban todas las cosas que había perdido en el viaje Barcelona-Londres.
Era enorme, tenía balcón y dos ventanas, era redonda, era alucinante.
-¿Te gusta Lai?
No podía responder, no podía salir de mi asombro, era la habitación que no puedes ni soñar, simplemente perfecta.
Entré despacio, observando cada detalle. Me senté en la cama, eso la hacía más perfecta. Una cama. No me dio tiempo a acostarme, simplemente me dormí.
miércoles, 28 de julio de 2010
lunes, 26 de julio de 2010
capitulo 11
-Venga, sin cachondeos.
-¿quieres saber mi nombre?
-Mmm… creo que no, no voy a poder cambiártelo ahora.
-mejor, mi nombre no es… -hablaba con cara de asco, lo que me hacía pensar que no le gustaba-bueno, supongo que lo que Dani quería que te contara es que… somos hermanos, en realidad, solo compartimos padre y por eso yo no he salido de Londres. Creo que no le gusta que sea mayor que él.
-¿cuántos años tienes?
- 18
-pero, entonces… tenéis la misma edad ¿no?
-Sí, pero yo tengo medio año más. Yo soy de enero y él es de…
-Julio-le corté, lo sabía, Dani era mi amigo al fin y al cabo- ¿de qué día?
-del 15
Ahora estábamos en lo más alto del London eye. Hay que reconocer que las vistas eran buenísimas, me gustaban las alturas, me ayudaban a pensar.
-No lo olvidaré, 15 de enero… Jonathan… ¿porque me has traído aquí?
-Porque me dijiste que te gustaban las alturas y no se me ocurrió nada mejor. De alguna manera tenias que perdonarme que después de echarte la bronca hiciera lo que ibas a hacer tú.
-¿Qué te ha hecho pensar que te perdonaría así?
-No lo sabía, pero tenía que intentarlo, no tenía nada que perder aparte de nosotros y si no lo intentaba, ya lo había perdido.
-Vale… sígueme contando… ¿conozco a vuestro padre?
-Si… antes de decirte quien es…-miré por la ventana poniendo los ojos en blanco, ya empezaba a desviarme el tema- yo no elegí a mi padre… es el que me tocó…-asentí sin tener ni idea de por dónde iban los tiros- Es… John Stewart
-¿¡El psicólogo?!
-El mismo…
-Pero… Joder, Jonathan, ¿por qué no me lo dijiste antes?
-porque… si te lo decía… me cambiarían de habitación… no quería… alejarme de ti.
-Pero al final te fuiste sin mí y por cuenta propia
-No eres la única que no sabe enfrentar sus miedos Laia, cielo.
En ese momento llegamos abajo otra vez. Me dejo pensando su respuesta ¿a que podía tenerle miedo? Intenté con toda mi fuerza que este pensamiento no saliera de mi cabeza, lo que me llevó a otra cuestión…
-¿Cómo has conseguido esa información?
-¿Por?
-He preguntado primero
-Pues contesta primero
-Jonathan!
-Laia
-¡Jo! Es solo que… si lo has leído en la mente de alguien… ¿Cómo puedes saber que no te engañan?
-Muy fácil- creo que esta pregunta le divertía. La gente, cuando piensa una mentira, está pensando en la verdad para poder ocultarla mejor, así que yo, después de 18 años de práctica, sé distinguirlos.
Estaba orgulloso de poder distinguirlo, creo que también lo estaba de poder contárselo a alguien, no estoy segura.
-Igual-continuó- esta vez, solo me lo dijeron. Vi partidas de nacimiento y tal. Yo no… no tuve que leer más que papeles.
-Jonathan…-era una pregunta rara pero tenía que hacerla- Por que el padre de Dani…, vuestro padre quiero decir, ¿por qué decidió quedarse aquí contigo?
-No lo sé, creo que también me odia por eso. Laia…mmm… ¿dónde vas a ir ahora?
Cuando me quise dar cuenta estábamos sentados en un banco, en un parque lleno de enamorados en el césped porque, por una vez en Londres, hacia sol. Supongo que los londinenses aprovechaban al máximo las horas de sol.
-No lo sé Jonathan… solo sé que no quiero volver allí
-Lo suponía, es que había pensado algo… piénsatelo antes de decir que no ¿vale?- me miro ¿Qué se suponía que tenía que hacer?- Prométemelo.
-Vale Jonathan, prometo pensarlo.
Es que, desde que me fui… Me he ido con mi madre. Están separados y tal. Bueno el caso es que, sobra una habitación y he pensado que, como no tienes donde ir ni nada, podías quedarte con nosotros.
De repente me miró directamente a los ojos, sus ojos verdes brillaban más que nunca. No sé si era una ilusión o simplemente el sol, pero le hacían parecer de otro mundo. No estaba segura de querer irme a vivir con él, quizás si hubiera sido su propia casa… pero ¿qué iba a hacer yo en casa de su madre?
-Lo has hablado con ella Jonathan?
-¿Con mi madre? Ella lleva pidiéndome que te mudes allí desde que aparecí… no debí decir eso.
-¿Por qué… por qué quiere que me vaya allí?
-¿no te ríes?-negué con la cabeza- vale, es porque… porque antes del accidente, antes de conocerte,… antes era, no, ahora soy más… ¿feliz? Dice que es feo que me enamore de la novia de mi hermano pero hay cosas que no se pueden evitar.
La última frase… me mató, mi cabeza iba más rápido que un formula 1 y no estaba segura de no marearme. No me estaba riendo, había cumplido, pero tampoco sabía exactamente cómo reaccionar.
Tenía que decirle algo, la intriga parecía devorarle, y yo… abrí la boca por fin. No sé si pronuncié bien, creo que mi voz fue casi inaudible y no creo que mi léxico fuera correcto.
-Jonathan- aun me temblaban las rodillas- primero, Dani no es mi novio, y segundo… ¿Estás enamorado de mi?
-¿quieres saber mi nombre?
-Mmm… creo que no, no voy a poder cambiártelo ahora.
-mejor, mi nombre no es… -hablaba con cara de asco, lo que me hacía pensar que no le gustaba-bueno, supongo que lo que Dani quería que te contara es que… somos hermanos, en realidad, solo compartimos padre y por eso yo no he salido de Londres. Creo que no le gusta que sea mayor que él.
-¿cuántos años tienes?
- 18
-pero, entonces… tenéis la misma edad ¿no?
-Sí, pero yo tengo medio año más. Yo soy de enero y él es de…
-Julio-le corté, lo sabía, Dani era mi amigo al fin y al cabo- ¿de qué día?
-del 15
Ahora estábamos en lo más alto del London eye. Hay que reconocer que las vistas eran buenísimas, me gustaban las alturas, me ayudaban a pensar.
-No lo olvidaré, 15 de enero… Jonathan… ¿porque me has traído aquí?
-Porque me dijiste que te gustaban las alturas y no se me ocurrió nada mejor. De alguna manera tenias que perdonarme que después de echarte la bronca hiciera lo que ibas a hacer tú.
-¿Qué te ha hecho pensar que te perdonaría así?
-No lo sabía, pero tenía que intentarlo, no tenía nada que perder aparte de nosotros y si no lo intentaba, ya lo había perdido.
-Vale… sígueme contando… ¿conozco a vuestro padre?
-Si… antes de decirte quien es…-miré por la ventana poniendo los ojos en blanco, ya empezaba a desviarme el tema- yo no elegí a mi padre… es el que me tocó…-asentí sin tener ni idea de por dónde iban los tiros- Es… John Stewart
-¿¡El psicólogo?!
-El mismo…
-Pero… Joder, Jonathan, ¿por qué no me lo dijiste antes?
-porque… si te lo decía… me cambiarían de habitación… no quería… alejarme de ti.
-Pero al final te fuiste sin mí y por cuenta propia
-No eres la única que no sabe enfrentar sus miedos Laia, cielo.
En ese momento llegamos abajo otra vez. Me dejo pensando su respuesta ¿a que podía tenerle miedo? Intenté con toda mi fuerza que este pensamiento no saliera de mi cabeza, lo que me llevó a otra cuestión…
-¿Cómo has conseguido esa información?
-¿Por?
-He preguntado primero
-Pues contesta primero
-Jonathan!
-Laia
-¡Jo! Es solo que… si lo has leído en la mente de alguien… ¿Cómo puedes saber que no te engañan?
-Muy fácil- creo que esta pregunta le divertía. La gente, cuando piensa una mentira, está pensando en la verdad para poder ocultarla mejor, así que yo, después de 18 años de práctica, sé distinguirlos.
Estaba orgulloso de poder distinguirlo, creo que también lo estaba de poder contárselo a alguien, no estoy segura.
-Igual-continuó- esta vez, solo me lo dijeron. Vi partidas de nacimiento y tal. Yo no… no tuve que leer más que papeles.
-Jonathan…-era una pregunta rara pero tenía que hacerla- Por que el padre de Dani…, vuestro padre quiero decir, ¿por qué decidió quedarse aquí contigo?
-No lo sé, creo que también me odia por eso. Laia…mmm… ¿dónde vas a ir ahora?
Cuando me quise dar cuenta estábamos sentados en un banco, en un parque lleno de enamorados en el césped porque, por una vez en Londres, hacia sol. Supongo que los londinenses aprovechaban al máximo las horas de sol.
-No lo sé Jonathan… solo sé que no quiero volver allí
-Lo suponía, es que había pensado algo… piénsatelo antes de decir que no ¿vale?- me miro ¿Qué se suponía que tenía que hacer?- Prométemelo.
-Vale Jonathan, prometo pensarlo.
Es que, desde que me fui… Me he ido con mi madre. Están separados y tal. Bueno el caso es que, sobra una habitación y he pensado que, como no tienes donde ir ni nada, podías quedarte con nosotros.
De repente me miró directamente a los ojos, sus ojos verdes brillaban más que nunca. No sé si era una ilusión o simplemente el sol, pero le hacían parecer de otro mundo. No estaba segura de querer irme a vivir con él, quizás si hubiera sido su propia casa… pero ¿qué iba a hacer yo en casa de su madre?
-Lo has hablado con ella Jonathan?
-¿Con mi madre? Ella lleva pidiéndome que te mudes allí desde que aparecí… no debí decir eso.
-¿Por qué… por qué quiere que me vaya allí?
-¿no te ríes?-negué con la cabeza- vale, es porque… porque antes del accidente, antes de conocerte,… antes era, no, ahora soy más… ¿feliz? Dice que es feo que me enamore de la novia de mi hermano pero hay cosas que no se pueden evitar.
La última frase… me mató, mi cabeza iba más rápido que un formula 1 y no estaba segura de no marearme. No me estaba riendo, había cumplido, pero tampoco sabía exactamente cómo reaccionar.
Tenía que decirle algo, la intriga parecía devorarle, y yo… abrí la boca por fin. No sé si pronuncié bien, creo que mi voz fue casi inaudible y no creo que mi léxico fuera correcto.
-Jonathan- aun me temblaban las rodillas- primero, Dani no es mi novio, y segundo… ¿Estás enamorado de mi?
martes, 20 de julio de 2010
capitulo 10
Para Marina... este es para ti (L)
Tres días después de aquella pelea, Jonathan no había vuelto. Me preguntaba dónde habría ido para poder pasar allí tanto tiempo. Yo seguía enfadada con Dani por hacer que Jonathan se fuera, y no lo hacía más fácil que viniera todos los días, además, como yo no le hablaba, solo me veía ver la televisión. Se iba cuando me dormía, que volvía a ser muy seguido.
Ese día tampoco vino Dani, así que pude pensar tranquila, llegué a la conclusión de que Jonathan no iba a volver, el mismo Jonathan que casi me mata cuando me iba sin él. Y, llegada a esa conclusión, pensé que me iba a ir. Eso de dormir todo el día me ayudó a ejecutar mi plan, bueno, en cuanto al sueño.
Cuando me trajeron la comida, no la comí, decidí guardarla en las cajas de tiritas que había en el armario de la tele. Metí mi ropa en la bolsa de la papelera, como la ultima vez, me dirigí a la camilla de Jonathan y cogí el dinero que le había sobrado de cuando fuimos a Londres, no quería robarle, pero no volvería, así que…, cogí también su ropa, no sabía que haría en la calle, pero igual me convenía llevar más ropa de la que tenia.
En cuanto se llevaron la bandeja me cambié, sabía que no volverían a verme ni nada. Igual me acosté en la camilla y puse la tele, no podía salir mientras hubiera gente por allí y eso ocurriría tarde.
Cuando ya eran las 11 sonó la puerta, me di prisa y me tapé entera para que no me vieran vestida. Por ella apareció Dani.
-Siento no haber podido venir antes Laia, pero mi padre insiste en que tengo que seguir con mi vida.
Yo, en mi voto de silencio, no contesté. Él ni se inmutó, llevaba dos días haciéndolo, seguí viendo la tele y él se sentó a mi lado. El tiempo pasaba y no se iba. Sabía que se iría en cuanto me durmiera, así que me di la vuelta y fingí caer en un sueño profundo.
Cuando él, por fin, me creyó, me besó en la frente y se fue. Me pregunté si eso lo haría siempre, pero nunca sabría la respuesta.
Cuando se hicieron las cuatro de la madrugada, me puse las zapatillas y cogí la bolsa. Conocía el camino hacia la salida, por lo que, mientras no hubiera nadie, no habría problema.
Salí casi sin hacer ruido, las luces estaban todas apagadas, no veía casi nada así que se me agudizó el oído. No oía pasos. El problema llegó en la salida. Allí había alguien vigilando y me costaría librarme de él.
Asomé la cabeza para ver si dormía, a estas horas debía ser yo la única despierta. No era así, el chico estaba despierto (y digo “chico” porque no superaría los 25 años), no como en las películas, mirando la tele, no, este, además, estaba atento.
Me senté, cerré los ojos para pensar mejor, quería estar fuera, quería salir de allí, pensé en estar fuera ya, en la libertad de salir de allí, necesitaba salir de allí; un aire frio me recorrió el cuerpo, abrí los ojos… Estaba fuera, si hubiese sabido que iba a ser tan fácil…
Ya estaba fuera, empecé a andar. Quedaban dos horas para que los londinenses se pusieran en pie, así que empecé a andar. Solo pensaba en alejarme de allí, no tenía rumbo fijo.
Vi el metro y me metí en el primero que pasó, me dolía gastar el dinero desde el principio pero si quería alejarme de allí no había nada más rápido (y económico). En una hora llegó a su última parada que resultó ser el London eye. No me subí, me senté al borde del rio y desayuné. No estaba bueno, pero era algo.
-¿Me acompañas Lai?
Me asusté, aunque sabía quién era, pegué un brinco y oí su risa a mi espalda.
-¿A dónde?
-¿Confías en mi?
-confiaba en ti antes de que te fueras sin darme ninguna explicación-no quería que notara la decepción en mi voz, pero no pude evitarlo.
-supongo que tengo que contarte muchas cosas pero… No quiero que sea aquí… acompáñame, por favor-sonaba arrepentido y suplicante-además, si hubiera vuelto no estarías aquí
-o sí, pero por otras razones, quizás porque me harté de ti, o porque…
.Laia, por favor…
Me levanté despacio y me di la vuelta. Jonathan me cogió de la mano y tiró de mí. Me llevo hasta el London Eye y no hablo hasta que estuvimos a media altura, lo que se hizo eterno.
-Bueno, supongo que mejor empezar. Laia, no he recuperado la memoria, pero sé quién soy y todo eso. Es lo que pasa cuando lees la mente de la gente.
-Y ¿desde cuándo lo sabes?
-No te enfades ¿vale?- le mire con cara de pocos amigos y asentí para que siguiera- Lo sé desde que fui a ver al Dr. John.
-¿Y quién eres?
-¿Quién soy Laia?, que pregunta más filosófica
Tres días después de aquella pelea, Jonathan no había vuelto. Me preguntaba dónde habría ido para poder pasar allí tanto tiempo. Yo seguía enfadada con Dani por hacer que Jonathan se fuera, y no lo hacía más fácil que viniera todos los días, además, como yo no le hablaba, solo me veía ver la televisión. Se iba cuando me dormía, que volvía a ser muy seguido.
Ese día tampoco vino Dani, así que pude pensar tranquila, llegué a la conclusión de que Jonathan no iba a volver, el mismo Jonathan que casi me mata cuando me iba sin él. Y, llegada a esa conclusión, pensé que me iba a ir. Eso de dormir todo el día me ayudó a ejecutar mi plan, bueno, en cuanto al sueño.
Cuando me trajeron la comida, no la comí, decidí guardarla en las cajas de tiritas que había en el armario de la tele. Metí mi ropa en la bolsa de la papelera, como la ultima vez, me dirigí a la camilla de Jonathan y cogí el dinero que le había sobrado de cuando fuimos a Londres, no quería robarle, pero no volvería, así que…, cogí también su ropa, no sabía que haría en la calle, pero igual me convenía llevar más ropa de la que tenia.
En cuanto se llevaron la bandeja me cambié, sabía que no volverían a verme ni nada. Igual me acosté en la camilla y puse la tele, no podía salir mientras hubiera gente por allí y eso ocurriría tarde.
Cuando ya eran las 11 sonó la puerta, me di prisa y me tapé entera para que no me vieran vestida. Por ella apareció Dani.
-Siento no haber podido venir antes Laia, pero mi padre insiste en que tengo que seguir con mi vida.
Yo, en mi voto de silencio, no contesté. Él ni se inmutó, llevaba dos días haciéndolo, seguí viendo la tele y él se sentó a mi lado. El tiempo pasaba y no se iba. Sabía que se iría en cuanto me durmiera, así que me di la vuelta y fingí caer en un sueño profundo.
Cuando él, por fin, me creyó, me besó en la frente y se fue. Me pregunté si eso lo haría siempre, pero nunca sabría la respuesta.
Cuando se hicieron las cuatro de la madrugada, me puse las zapatillas y cogí la bolsa. Conocía el camino hacia la salida, por lo que, mientras no hubiera nadie, no habría problema.
Salí casi sin hacer ruido, las luces estaban todas apagadas, no veía casi nada así que se me agudizó el oído. No oía pasos. El problema llegó en la salida. Allí había alguien vigilando y me costaría librarme de él.
Asomé la cabeza para ver si dormía, a estas horas debía ser yo la única despierta. No era así, el chico estaba despierto (y digo “chico” porque no superaría los 25 años), no como en las películas, mirando la tele, no, este, además, estaba atento.
Me senté, cerré los ojos para pensar mejor, quería estar fuera, quería salir de allí, pensé en estar fuera ya, en la libertad de salir de allí, necesitaba salir de allí; un aire frio me recorrió el cuerpo, abrí los ojos… Estaba fuera, si hubiese sabido que iba a ser tan fácil…
Ya estaba fuera, empecé a andar. Quedaban dos horas para que los londinenses se pusieran en pie, así que empecé a andar. Solo pensaba en alejarme de allí, no tenía rumbo fijo.
Vi el metro y me metí en el primero que pasó, me dolía gastar el dinero desde el principio pero si quería alejarme de allí no había nada más rápido (y económico). En una hora llegó a su última parada que resultó ser el London eye. No me subí, me senté al borde del rio y desayuné. No estaba bueno, pero era algo.
-¿Me acompañas Lai?
Me asusté, aunque sabía quién era, pegué un brinco y oí su risa a mi espalda.
-¿A dónde?
-¿Confías en mi?
-confiaba en ti antes de que te fueras sin darme ninguna explicación-no quería que notara la decepción en mi voz, pero no pude evitarlo.
-supongo que tengo que contarte muchas cosas pero… No quiero que sea aquí… acompáñame, por favor-sonaba arrepentido y suplicante-además, si hubiera vuelto no estarías aquí
-o sí, pero por otras razones, quizás porque me harté de ti, o porque…
.Laia, por favor…
Me levanté despacio y me di la vuelta. Jonathan me cogió de la mano y tiró de mí. Me llevo hasta el London Eye y no hablo hasta que estuvimos a media altura, lo que se hizo eterno.
-Bueno, supongo que mejor empezar. Laia, no he recuperado la memoria, pero sé quién soy y todo eso. Es lo que pasa cuando lees la mente de la gente.
-Y ¿desde cuándo lo sabes?
-No te enfades ¿vale?- le mire con cara de pocos amigos y asentí para que siguiera- Lo sé desde que fui a ver al Dr. John.
-¿Y quién eres?
-¿Quién soy Laia?, que pregunta más filosófica
martes, 13 de julio de 2010
capitulo 9
-No me digas Lai, no me gusta
No sabía en qué idioma estaba hablando, pero sabía que me entendería, si no ¿para qué había pasado 6 años viviendo allí?
-Pero él-señaló a Jonathan con la cabeza- te llama Lai y no le dices nada.
-No es lo mismo, a él le queda bien…-sonaba rara diciendo eso, estaba segura de que si Jonathan estuviera despierto se reiría de mi- búscate tu propia forma de llamarme.
-Laia… o no me hablas o me mandas a la mierda… ¿qué te pasa?-En verdad parecía confuso, pero había algo en sus ojos que me hacía pensar que tenía más claro que yo lo que me pasaba- Es por el beso, es que… te echaba de menos Laia.
Empezó a andar hacia mí, el azul de sus ojos me hacia sentir confusa, no sabía que pensaba, miré a Jonathan pero seguía durmiendo. Cuando Dani llegó al borde de mi cama me levanté y me senté en el sillón situado al lado opuesto al que estaba el.
-6 años…- muchas cosas quería decirle, quería gritarle todo lo que no le había gritado en todo ese tiempo, pero Jonathan seguía durmiendo, así que lo dije todo lentamente y susurrando-ni una carta, ni una llamada, ni una respuesta, nada… y ahora…ahora vienes y me besas como si nos hubiéramos visto ayer, eras importante para mí, pero me dejaste sola, y la tristeza se convirtió en odio y el odio en olvido… En mi cerebro ya no te acordabas de mí, así que se olvidó de ti. Quieres que te quiera incluso más que antes y no te das cuenta de que han pasado 6 años y que me doliste 3 de esos años, si no más.
-Laia, ¿crees que si te hubiera escrito o mantenido el contacto contigo estaría ahora, que me acordaría de ti?
Su respuesta me sorprendió, esperaba cualquier cosa menos eso. No sonaba enfadado, sonaba exactamente igual que cuando Jonathan me respondía a las preguntas no formuladas. Además, ¿Qué quería decir con eso? Me miraba con su mejor cara de prepotencia, no lo soportaba, no sabía de qué porras hablaba. ¿Qué quería decir? ¿Qué nadie se acordaba de mi? Millones de preguntas venían a mi cabeza, pero Dani no era Jonathan, no me podía dar la respuesta si no lo preguntaba… ¿estaba Dani al tanto de todo desde el principio? Se fue seis años antes ¿Cómo podía saberlo?
De repente salí de mi ensoñación con un grito que, aunque había hablado muchísimo con la persona emisora, no había oído nunca.
-DIOS LAIA! ¡PARA YA! ¡Y tú!- Jonathan miró Dani con los ojos encendidos de… ¿ira?- si quieres explicarle o contarle algo díselo, no la dejes así, ¿no ves como se pone?
Jonathan cayó rendido en la almohada. El silencio llenaba la habitación, solo se oía la lluvia caer en la ventana, a pesar de que había amanecido el cielo estaba muy oscuro, lo que hacia la habitación mas sombría de lo que ya era de por sí.
Dani y yo mirábamos a Jonathan, yo me sentía rara, Jonathan jamás me había gritado, ni cuando me iba sin él. Dani, sin embargo, tenía una mirada que jamás había visto en el. No sabía que era, pero supongo que cuando abrió la boca salieron todas sus intenciones.
-No soy yo el único que tiene cosas que contar ¿no?-sonaba desagradable y acusador, esas palabras ocultaban algo, no muy bien, algún tipo de odio hacia Jonathan que no llegué a entender- ¿Por qué no empiezas tu?
Antes de que llegara a cuestionarme nada a mí misma, Jonathan se levantó y se fue. No sé donde podía irse estando en el hospital, pensé que no sería mucho tiempo y que tendría que volver.
Observamos cómo se marchaba sin decir nada y, apenas de cerró la puerta, Dani me miró con cara de satisfacción.
-¿Quieres que te diga lo que oculta?
Tenía ganas de hacerlo, tenía ganas de romper nuestra relación, pero Dani llevaba mucho tiempo sin verme, no me conocía más y, por lo que parecía, yo a él tampoco.
-no, vete
-Pero… ¿por qué?
-Por qué no te conozco, así que vete
-si me conoces Laia, tú no tienes amnesia
- no en ese sentido…-no subí la voz, no perdí un nervio, era monótona, inexpresiva- ¿Puedes irte?
-Vale Laia, pero no te libraras de mí, yo también vivo aquí. Y cuando vuelva “Jonathan” deberías hablar con el… igual te sorprende- sonaba enfadado, celoso, amenazante…
¿Vivía aquí? ¿Qué hacia? No me importaba tanto lo de Jonathan, si se lo preguntaba confiaba en que me lo contara, pero que Dani viviera allí llamaba mi atención, y lo que era más importante, ¿Cómo sabia tantas cosas de Jonathan que yo no podía saber?
No sabía en qué idioma estaba hablando, pero sabía que me entendería, si no ¿para qué había pasado 6 años viviendo allí?
-Pero él-señaló a Jonathan con la cabeza- te llama Lai y no le dices nada.
-No es lo mismo, a él le queda bien…-sonaba rara diciendo eso, estaba segura de que si Jonathan estuviera despierto se reiría de mi- búscate tu propia forma de llamarme.
-Laia… o no me hablas o me mandas a la mierda… ¿qué te pasa?-En verdad parecía confuso, pero había algo en sus ojos que me hacía pensar que tenía más claro que yo lo que me pasaba- Es por el beso, es que… te echaba de menos Laia.
Empezó a andar hacia mí, el azul de sus ojos me hacia sentir confusa, no sabía que pensaba, miré a Jonathan pero seguía durmiendo. Cuando Dani llegó al borde de mi cama me levanté y me senté en el sillón situado al lado opuesto al que estaba el.
-6 años…- muchas cosas quería decirle, quería gritarle todo lo que no le había gritado en todo ese tiempo, pero Jonathan seguía durmiendo, así que lo dije todo lentamente y susurrando-ni una carta, ni una llamada, ni una respuesta, nada… y ahora…ahora vienes y me besas como si nos hubiéramos visto ayer, eras importante para mí, pero me dejaste sola, y la tristeza se convirtió en odio y el odio en olvido… En mi cerebro ya no te acordabas de mí, así que se olvidó de ti. Quieres que te quiera incluso más que antes y no te das cuenta de que han pasado 6 años y que me doliste 3 de esos años, si no más.
-Laia, ¿crees que si te hubiera escrito o mantenido el contacto contigo estaría ahora, que me acordaría de ti?
Su respuesta me sorprendió, esperaba cualquier cosa menos eso. No sonaba enfadado, sonaba exactamente igual que cuando Jonathan me respondía a las preguntas no formuladas. Además, ¿Qué quería decir con eso? Me miraba con su mejor cara de prepotencia, no lo soportaba, no sabía de qué porras hablaba. ¿Qué quería decir? ¿Qué nadie se acordaba de mi? Millones de preguntas venían a mi cabeza, pero Dani no era Jonathan, no me podía dar la respuesta si no lo preguntaba… ¿estaba Dani al tanto de todo desde el principio? Se fue seis años antes ¿Cómo podía saberlo?
De repente salí de mi ensoñación con un grito que, aunque había hablado muchísimo con la persona emisora, no había oído nunca.
-DIOS LAIA! ¡PARA YA! ¡Y tú!- Jonathan miró Dani con los ojos encendidos de… ¿ira?- si quieres explicarle o contarle algo díselo, no la dejes así, ¿no ves como se pone?
Jonathan cayó rendido en la almohada. El silencio llenaba la habitación, solo se oía la lluvia caer en la ventana, a pesar de que había amanecido el cielo estaba muy oscuro, lo que hacia la habitación mas sombría de lo que ya era de por sí.
Dani y yo mirábamos a Jonathan, yo me sentía rara, Jonathan jamás me había gritado, ni cuando me iba sin él. Dani, sin embargo, tenía una mirada que jamás había visto en el. No sabía que era, pero supongo que cuando abrió la boca salieron todas sus intenciones.
-No soy yo el único que tiene cosas que contar ¿no?-sonaba desagradable y acusador, esas palabras ocultaban algo, no muy bien, algún tipo de odio hacia Jonathan que no llegué a entender- ¿Por qué no empiezas tu?
Antes de que llegara a cuestionarme nada a mí misma, Jonathan se levantó y se fue. No sé donde podía irse estando en el hospital, pensé que no sería mucho tiempo y que tendría que volver.
Observamos cómo se marchaba sin decir nada y, apenas de cerró la puerta, Dani me miró con cara de satisfacción.
-¿Quieres que te diga lo que oculta?
Tenía ganas de hacerlo, tenía ganas de romper nuestra relación, pero Dani llevaba mucho tiempo sin verme, no me conocía más y, por lo que parecía, yo a él tampoco.
-no, vete
-Pero… ¿por qué?
-Por qué no te conozco, así que vete
-si me conoces Laia, tú no tienes amnesia
- no en ese sentido…-no subí la voz, no perdí un nervio, era monótona, inexpresiva- ¿Puedes irte?
-Vale Laia, pero no te libraras de mí, yo también vivo aquí. Y cuando vuelva “Jonathan” deberías hablar con el… igual te sorprende- sonaba enfadado, celoso, amenazante…
¿Vivía aquí? ¿Qué hacia? No me importaba tanto lo de Jonathan, si se lo preguntaba confiaba en que me lo contara, pero que Dani viviera allí llamaba mi atención, y lo que era más importante, ¿Cómo sabia tantas cosas de Jonathan que yo no podía saber?
jueves, 8 de julio de 2010
capitulo 8
-Wow!-dijo la enfermera-mejor os dejo solos…
Y se fue, Dani se alejó de mí despacio, supongo que se había dado cuenta de que, realmente, yo no estaba dentro de mi cuerpo. Yo estaba en mi camilla mirando la escena, no la vivía, la veía.
-Laia?- Dani sonaba preocupado, dulce. Pero no podía sorprenderme así después de casi 6 años.
-Creo que Laia no está aquí- Era la primera vez que Jonathan hablaba.
Dani lo miró con cara de “¿quién eres tú?”, yo lo miré con cara de “sálvame”. En ese momento agradecí importarle aunque solo fuera un poquito, porque dio más importancia a mi cara. Se levantó me cogió de la mano y me llevó a mi camilla, se sentó conmigo, obligando, así, a Dani a sentarse enfrente. La distancia me hacía sentir mejor, menos confundida.
Supongo que Dani entendía menos que yo, nos conocíamos desde que teníamos 3 años y ahora, 15 años más tarde, era incapaz de mirarle más de dos segundos. Yo lo intentaba, pero cada vez que le miraba a los ojos, recordaba cada milésima de segunde de aquel beso que, posiblemente, no duró más que uno.
Ahora el silencio hacia que me pitaran los oídos, y yo solo miraba mis pies, cruzados, colgando de mi camilla. Sentía la mirada de Jonathan y de Dani en mi cabeza, pero no podía hablar.
-Lai, creo que deberías saludar a tu… amigo
-¿Lai?-Dani miró a Jonathan extrañado- ¿cómo que Lai?
-¿qué tiene de raro?
-No nada… es solo que… ¿hace cuánto que os conocéis?
Jonathan y yo nos miramos, realmente hacia menos de un mes que nos conocíamos, pero yo no entendía la relación que tenia eso con que Jonathan me llamara Lai. En ese mismo instante apareció por la puerta la misma enfermera que trajo a Dani.
-Es la hora del desayuno, quizás puedas volver después.
-¡oh! Vale-Se levanto de un salto y emprendió la retirada.
Yo todavía seguía cuestionándome la relación entre que Jonathan me llamara Lai y el tiempo que hacía que nos conocíamos.
-Es porque él, en 15 años, no ha osado llamarte otra cosa que no fuera Laia.
“Vaya tontería” pensé
-no puedo ocultarte nada ¿verdad?
-Lo siento…
-No me importa que me leas la mente, lo hace todo más fácil.
Oí que se reía, pero era casi imperceptible.
-Jonathan ¿te molesta que Dani esté aquí?
Me miró, estaba sorprendido de la pregunta y al mismo tiempo tenía cara de culpabilidad.
-¿Por qué iba a molestarme?
-No sé… no pareces… contento.
-No es eso… si me alegra que estés contenta, es solo que- no sé por qué hizo esta pausa, no sé si buscaba las palabras, si no sabía porque era, no sé- te pones muy nerviosa el verle y no piensas bien, así que me confundes a mi también.
No era una buena escusa, Dani se había ido y seguía descontento.
-Lai-dijo cuando íbamos a empezar el desayuno-¿me cambias de bandeja?
No entendía porqué pero se la cambié. Su desayuno sabia diferente, pero pensé que serian cosas mías…
Después Jonathan volvió a dormirse, era raro que el que estuviera durmiendo fuera él. Normalmente era yo la que padecía este mal.
Me quedé mirándolo. Me pregunté qué era él para mi, qué era yo para él. ¿Le quería como un hermano? Nunca había tenido un hermano, así que no tenía con que compararlo, antes… de que todo sucediera tenía una hermana, Anabel, no me llevaba muy bien con ella, pero no es lo mismo cuando tienes un hermano, supongo. Mi mejor amiga Melanie y su hermano Jake (su padre era yanqui así que sus nombres no eran muy españoles) tenían una relación que realmente envidiaba. No sé qué opinaría ella de esto. Echaba de menos a mis amigos… ¿Era Jonathan un amigo? Seguí mirándolo, no podía quitarle la vista de encima. No creo que solo fuera un amigo, nunca me había pasado así con un amigo, bueno… solo con una persona…
-A mi no me miras así.
En algún momento de mi reflexión filosófica entró Dani en la habitación. No lo dijo susurrando, no temía despertar a Jonathan, sonó más como… una queja.
Era incapaz de responderle, ni siquiera me había percatado que estaba allí.
-Jo “Lai”-su ironía en “Lai” me erizó los pelos de la nuca- no has abierto la boca desde que llegué.
Todo esto lo dijo en un perfecto español que, a pesar de todo, no diferencié del inglés de Jonathan, ¿era yo la única que no apreciaba la diferencia lingüística que acababa de utilizar?
Y se fue, Dani se alejó de mí despacio, supongo que se había dado cuenta de que, realmente, yo no estaba dentro de mi cuerpo. Yo estaba en mi camilla mirando la escena, no la vivía, la veía.
-Laia?- Dani sonaba preocupado, dulce. Pero no podía sorprenderme así después de casi 6 años.
-Creo que Laia no está aquí- Era la primera vez que Jonathan hablaba.
Dani lo miró con cara de “¿quién eres tú?”, yo lo miré con cara de “sálvame”. En ese momento agradecí importarle aunque solo fuera un poquito, porque dio más importancia a mi cara. Se levantó me cogió de la mano y me llevó a mi camilla, se sentó conmigo, obligando, así, a Dani a sentarse enfrente. La distancia me hacía sentir mejor, menos confundida.
Supongo que Dani entendía menos que yo, nos conocíamos desde que teníamos 3 años y ahora, 15 años más tarde, era incapaz de mirarle más de dos segundos. Yo lo intentaba, pero cada vez que le miraba a los ojos, recordaba cada milésima de segunde de aquel beso que, posiblemente, no duró más que uno.
Ahora el silencio hacia que me pitaran los oídos, y yo solo miraba mis pies, cruzados, colgando de mi camilla. Sentía la mirada de Jonathan y de Dani en mi cabeza, pero no podía hablar.
-Lai, creo que deberías saludar a tu… amigo
-¿Lai?-Dani miró a Jonathan extrañado- ¿cómo que Lai?
-¿qué tiene de raro?
-No nada… es solo que… ¿hace cuánto que os conocéis?
Jonathan y yo nos miramos, realmente hacia menos de un mes que nos conocíamos, pero yo no entendía la relación que tenia eso con que Jonathan me llamara Lai. En ese mismo instante apareció por la puerta la misma enfermera que trajo a Dani.
-Es la hora del desayuno, quizás puedas volver después.
-¡oh! Vale-Se levanto de un salto y emprendió la retirada.
Yo todavía seguía cuestionándome la relación entre que Jonathan me llamara Lai y el tiempo que hacía que nos conocíamos.
-Es porque él, en 15 años, no ha osado llamarte otra cosa que no fuera Laia.
“Vaya tontería” pensé
-no puedo ocultarte nada ¿verdad?
-Lo siento…
-No me importa que me leas la mente, lo hace todo más fácil.
Oí que se reía, pero era casi imperceptible.
-Jonathan ¿te molesta que Dani esté aquí?
Me miró, estaba sorprendido de la pregunta y al mismo tiempo tenía cara de culpabilidad.
-¿Por qué iba a molestarme?
-No sé… no pareces… contento.
-No es eso… si me alegra que estés contenta, es solo que- no sé por qué hizo esta pausa, no sé si buscaba las palabras, si no sabía porque era, no sé- te pones muy nerviosa el verle y no piensas bien, así que me confundes a mi también.
No era una buena escusa, Dani se había ido y seguía descontento.
-Lai-dijo cuando íbamos a empezar el desayuno-¿me cambias de bandeja?
No entendía porqué pero se la cambié. Su desayuno sabia diferente, pero pensé que serian cosas mías…
Después Jonathan volvió a dormirse, era raro que el que estuviera durmiendo fuera él. Normalmente era yo la que padecía este mal.
Me quedé mirándolo. Me pregunté qué era él para mi, qué era yo para él. ¿Le quería como un hermano? Nunca había tenido un hermano, así que no tenía con que compararlo, antes… de que todo sucediera tenía una hermana, Anabel, no me llevaba muy bien con ella, pero no es lo mismo cuando tienes un hermano, supongo. Mi mejor amiga Melanie y su hermano Jake (su padre era yanqui así que sus nombres no eran muy españoles) tenían una relación que realmente envidiaba. No sé qué opinaría ella de esto. Echaba de menos a mis amigos… ¿Era Jonathan un amigo? Seguí mirándolo, no podía quitarle la vista de encima. No creo que solo fuera un amigo, nunca me había pasado así con un amigo, bueno… solo con una persona…
-A mi no me miras así.
En algún momento de mi reflexión filosófica entró Dani en la habitación. No lo dijo susurrando, no temía despertar a Jonathan, sonó más como… una queja.
Era incapaz de responderle, ni siquiera me había percatado que estaba allí.
-Jo “Lai”-su ironía en “Lai” me erizó los pelos de la nuca- no has abierto la boca desde que llegué.
Todo esto lo dijo en un perfecto español que, a pesar de todo, no diferencié del inglés de Jonathan, ¿era yo la única que no apreciaba la diferencia lingüística que acababa de utilizar?
viernes, 2 de julio de 2010
capitulo 7
Se respiraba tensión en la habitación, era un momento delicado, lo sabía, pero necesitaba la respuesta, ya no era un capricho, me molestaba que hubieran involucrado también a Jonathan en esto.
-Laia, no creo que…-dudaba, miraba a la puerta esperando ser sorprendido por alguna enfermera.
Miré a todas partes buscando algo con que trabar la puerta. Me fijé en un armario, no era ni muy alto ni muy bajo, me llegaría a los hombros, y su anchura era perfecta el pasillo de la puerta. Me bajé de la camilla de un salto, cosa que le sorprendió y me fui directa a empujarlo.
-Jonathan, baja de ahí y ayúdame, esto pesa más de lo que creía.
-Laia, no es la mejor solución
-¿Se te ocurre otra?
-Es que…-hizo una pausa que para mi estrés fue enorme- es que la puerta se abre hacia afuera.
Me dejé caer al suelo y empecé a reírme, para variar en mi intento de solucionar la situación había hecho el ridículo, otra vez. La risa, en algún momento, se transformó otra vez en llanto y no dejaban de caerme lágrimas por toda la cara. Nunca iba a saber la verdad y eso… me hacía daño. Junté mis piernas a mi pecho y apoyé la cabeza en las rodillas, solo oía mi respiración perturbada por mis lágrimas.
Jonathan se levantó y me abrazó, no era lo que necesitaba, pero me hizo sentir mucho mejor.
-No te pongas así, Lai- sonaba muy suave, ¿Cómo había pensado en irme sin él?- Yo te lo cuento, pero no te pongas así…
Levanté la cabeza despacio, realmente no soporto que me vean llorar y, para una mañana, ya era suficiente, pero quería oírlo y si era de su boca… bueno, sería el único del que me fiaría. Esperé que se me secaran los ojos y le miré, no podía hablar por el dolor de garganta, de llorar, de gritar, de los nervios… Pero él sabía lo que quería así que solo esperó a estar seguro de que le oía.
-Laia ¿Qué quieres saber?
-Todo Jonathan, todo.
Realmente no quería una repuesta, imagino que era una forma de empezar la conversación, pero tenía la necesidad de responderle, no sé por qué pero lo necesitaba.
-Vale Laia, creo que es importante que sepas como has llegado hasta aquí, aunque quizás no deba empezar por ahí pero… si me interrumpen ya lo habré dicho.
-¿van a interrumpirte?
No era una pregunta del todo, sabía la respuesta pero quería asegurarme. Él asintió, lo sabía ¿Cuánto tardarían?
-Tranquila Lai, será una visita gratificante…- Me dejó mareada con esa respuesta a mi pregunta no formulada, pero no me dio tiempo a preguntar- En fin, a lo que íbamos- según iba hablando iba bajando la voz, no sé si por miedo o si por pensar cómo lo diría- Lai nunca… nunca llegaste a… cortarte, quiero decir, la intención la tenias pero… no te dio tiempo.
-¿¡cómo que no?!-quería creerle, pero eso no podía ser- ¿y las vendas, revisiones, los puntos…?
-Déjame adivinar, te da miedo mirar la herida en las revisiones y nunca la has visto realmente.
Era verdad, me asustaba mirar, no sé por qué, siempre me entretenía con algo. Al principio me autoconvencí de que era porque no me importaba, de que prefería estar muerta, pero no era eso.
-Ellos sabían que eso pasaba, así que no tuvieron que fingir demasiado… Bueno, ¿por dónde iba? ¿Cómo llegaste hasta aquí? Cuando fuiste a suicidarte, te durmieron… no sé si te habrás dado cuenta, pero desde que llegaste duermes más que hablas.
Claro que me había dado cuenta, pero… ¿eran ellos? ¿Qué sentido tenía?
-Bueno Lai, si duermes no te escapas, como estabas a punto de hacer.
Noté el énfasis en las últimas palabras, si me estaba contando eso era que quería que me quedara, estaba claro que no era un momento que le gustara recordar.
-Pero para que me quieren aquí Jonathan? ¿A mí que más me da si llegué en barco o en avión?
-¿Querías saberlo todo no? El caso es que tienes algo, algún poder, destino, o algo de eso, que no me dejan ver y tienen miedo de que lo uses en su contra, creo que eres una especie de… mmm… arma… pero solo depende de cómo te usen, no son los únicos que te buscan, solo los primeros que te encontraron.
-Y…-tenía una duda horrible en la cabeza, temía la respuesta-¿son de los buenos?
No respondió, pero su mirada lo decía todo, ¿Qué clase de plan malvado tendrían en mente? y lo más importante…
-El doctor John está a cargo de todo.
Eso me dejó simplemente sin palabras, después de Jonathan, era la única persona en la que confiaba, ¡¡nos había llevado por Londres!!¿Cómo podía ser ese hombre de apariencia tan amable el jefazo de los malos?
-no juzgues un libro por su portada…
-¿Cómo has averiguado todo esto?
-Por la doctora Katy, su mente es más débil porque no está segura de seguir aquí, cree que eres… demasiado joven para… utilizarte.
Era la primera doctora, la de la tarta, había desconfiado de ella desde el principio, mi sentido había fallado… había desconfiado de la única persona que dudaba y había confiado en el malo de los malos… Me puse a llorar otra vez, era horrible que hubiera en mi tantas lágrimas, odiaba llorar.
-Laia, te utilizaron… ¡tú no podías saberlo!- su intento de hacerme sentir mejor era un poco inútil, pero lo agradecía- Escúchame Laia, ya vienen… no saben cuánto te he dicho, pero no les importa, lo que traen te distraerá de lo que quieres. Lai, por favor, olvida lo que quieras, pero no te olvides de mí…
-Jonathan-me sentía ofendida por lo que había dicho- ¿Cómo me voy a olvidar de ti si eres lo que más…
Llamaron a la puerta, interrumpiendo mi declaración, Jonathan se fue a su camilla y me hizo un gesto para que abriera la puerta, fui totalmente insegura, ¿Qué podía ser que me hiciera olvidar hasta de Jonathan? Abrí la puerta y ahí estaba. No fue la enfermera sonrisitas la que llamó mi atención, era su acompañante: Un poco más alto que Jonathan, rubio, ojos azules y la sonrisa más perfecta que se creó en la tierra, era increíble que con los rasgos que tenia fuera español, pero así era, ¿Cómo me había olvidado de él? Dani, había venido a vivir a Londres con su padre. Lo que pasó a continuación sorprendió hasta a Jonathan que podía leerle la mente, así que a mi… casi muero
-Laia, ¡estás bien! Pensé… pensé…
Con los ojos llenos de lágrimas, de alegría imagino, se acercó hasta a mí y me besó. Tarde unos segundos en sentir dónde lo había hecho, estaba besando mis labios con tanta fuerza que me asusté al reaccionar.
-Laia, no creo que…-dudaba, miraba a la puerta esperando ser sorprendido por alguna enfermera.
Miré a todas partes buscando algo con que trabar la puerta. Me fijé en un armario, no era ni muy alto ni muy bajo, me llegaría a los hombros, y su anchura era perfecta el pasillo de la puerta. Me bajé de la camilla de un salto, cosa que le sorprendió y me fui directa a empujarlo.
-Jonathan, baja de ahí y ayúdame, esto pesa más de lo que creía.
-Laia, no es la mejor solución
-¿Se te ocurre otra?
-Es que…-hizo una pausa que para mi estrés fue enorme- es que la puerta se abre hacia afuera.
Me dejé caer al suelo y empecé a reírme, para variar en mi intento de solucionar la situación había hecho el ridículo, otra vez. La risa, en algún momento, se transformó otra vez en llanto y no dejaban de caerme lágrimas por toda la cara. Nunca iba a saber la verdad y eso… me hacía daño. Junté mis piernas a mi pecho y apoyé la cabeza en las rodillas, solo oía mi respiración perturbada por mis lágrimas.
Jonathan se levantó y me abrazó, no era lo que necesitaba, pero me hizo sentir mucho mejor.
-No te pongas así, Lai- sonaba muy suave, ¿Cómo había pensado en irme sin él?- Yo te lo cuento, pero no te pongas así…
Levanté la cabeza despacio, realmente no soporto que me vean llorar y, para una mañana, ya era suficiente, pero quería oírlo y si era de su boca… bueno, sería el único del que me fiaría. Esperé que se me secaran los ojos y le miré, no podía hablar por el dolor de garganta, de llorar, de gritar, de los nervios… Pero él sabía lo que quería así que solo esperó a estar seguro de que le oía.
-Laia ¿Qué quieres saber?
-Todo Jonathan, todo.
Realmente no quería una repuesta, imagino que era una forma de empezar la conversación, pero tenía la necesidad de responderle, no sé por qué pero lo necesitaba.
-Vale Laia, creo que es importante que sepas como has llegado hasta aquí, aunque quizás no deba empezar por ahí pero… si me interrumpen ya lo habré dicho.
-¿van a interrumpirte?
No era una pregunta del todo, sabía la respuesta pero quería asegurarme. Él asintió, lo sabía ¿Cuánto tardarían?
-Tranquila Lai, será una visita gratificante…- Me dejó mareada con esa respuesta a mi pregunta no formulada, pero no me dio tiempo a preguntar- En fin, a lo que íbamos- según iba hablando iba bajando la voz, no sé si por miedo o si por pensar cómo lo diría- Lai nunca… nunca llegaste a… cortarte, quiero decir, la intención la tenias pero… no te dio tiempo.
-¿¡cómo que no?!-quería creerle, pero eso no podía ser- ¿y las vendas, revisiones, los puntos…?
-Déjame adivinar, te da miedo mirar la herida en las revisiones y nunca la has visto realmente.
Era verdad, me asustaba mirar, no sé por qué, siempre me entretenía con algo. Al principio me autoconvencí de que era porque no me importaba, de que prefería estar muerta, pero no era eso.
-Ellos sabían que eso pasaba, así que no tuvieron que fingir demasiado… Bueno, ¿por dónde iba? ¿Cómo llegaste hasta aquí? Cuando fuiste a suicidarte, te durmieron… no sé si te habrás dado cuenta, pero desde que llegaste duermes más que hablas.
Claro que me había dado cuenta, pero… ¿eran ellos? ¿Qué sentido tenía?
-Bueno Lai, si duermes no te escapas, como estabas a punto de hacer.
Noté el énfasis en las últimas palabras, si me estaba contando eso era que quería que me quedara, estaba claro que no era un momento que le gustara recordar.
-Pero para que me quieren aquí Jonathan? ¿A mí que más me da si llegué en barco o en avión?
-¿Querías saberlo todo no? El caso es que tienes algo, algún poder, destino, o algo de eso, que no me dejan ver y tienen miedo de que lo uses en su contra, creo que eres una especie de… mmm… arma… pero solo depende de cómo te usen, no son los únicos que te buscan, solo los primeros que te encontraron.
-Y…-tenía una duda horrible en la cabeza, temía la respuesta-¿son de los buenos?
No respondió, pero su mirada lo decía todo, ¿Qué clase de plan malvado tendrían en mente? y lo más importante…
-El doctor John está a cargo de todo.
Eso me dejó simplemente sin palabras, después de Jonathan, era la única persona en la que confiaba, ¡¡nos había llevado por Londres!!¿Cómo podía ser ese hombre de apariencia tan amable el jefazo de los malos?
-no juzgues un libro por su portada…
-¿Cómo has averiguado todo esto?
-Por la doctora Katy, su mente es más débil porque no está segura de seguir aquí, cree que eres… demasiado joven para… utilizarte.
Era la primera doctora, la de la tarta, había desconfiado de ella desde el principio, mi sentido había fallado… había desconfiado de la única persona que dudaba y había confiado en el malo de los malos… Me puse a llorar otra vez, era horrible que hubiera en mi tantas lágrimas, odiaba llorar.
-Laia, te utilizaron… ¡tú no podías saberlo!- su intento de hacerme sentir mejor era un poco inútil, pero lo agradecía- Escúchame Laia, ya vienen… no saben cuánto te he dicho, pero no les importa, lo que traen te distraerá de lo que quieres. Lai, por favor, olvida lo que quieras, pero no te olvides de mí…
-Jonathan-me sentía ofendida por lo que había dicho- ¿Cómo me voy a olvidar de ti si eres lo que más…
Llamaron a la puerta, interrumpiendo mi declaración, Jonathan se fue a su camilla y me hizo un gesto para que abriera la puerta, fui totalmente insegura, ¿Qué podía ser que me hiciera olvidar hasta de Jonathan? Abrí la puerta y ahí estaba. No fue la enfermera sonrisitas la que llamó mi atención, era su acompañante: Un poco más alto que Jonathan, rubio, ojos azules y la sonrisa más perfecta que se creó en la tierra, era increíble que con los rasgos que tenia fuera español, pero así era, ¿Cómo me había olvidado de él? Dani, había venido a vivir a Londres con su padre. Lo que pasó a continuación sorprendió hasta a Jonathan que podía leerle la mente, así que a mi… casi muero
-Laia, ¡estás bien! Pensé… pensé…
Con los ojos llenos de lágrimas, de alegría imagino, se acercó hasta a mí y me besó. Tarde unos segundos en sentir dónde lo había hecho, estaba besando mis labios con tanta fuerza que me asusté al reaccionar.
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